Son sólo un soplo de brisa
el encanto y la belleza;
la más preciada delicia
sólo es gracia pasajera:
pompa de jabón, flor, nube,
infantiles risas frescas,
fuegos de artificio, espejo
donde se ve una doncella
y otras muchas maravillas
que, apenas vistas, se alejan
son sólo perfume y céfiro:
lo sabemos, ¡ay!, con pena;
y, en cambio, no nos cautivan
tanto las cosas eternas:
el duro fulgor del oro,
el gélido de las gemas,
incluso las incontables,
mudas, lejanas estrellas
no hallan , como lo que muere,
el fondo del alma nuestra.
No: la belleza más íntima
la encarnan tan sólo aquellas.
A amar más a lo mortal
nuestra inclinación nos lleva,
y el bien supremo, la música,
que al nacer se esfuma y vuela,
sólo es soplo, río, tránsito
de melancólica estela,
porque ni al simple latido
del corazón se sujeta,
y se evade y se disipa
nota a nota, apenas suenan.
Así, a lo que fluye y vive
nuestro corazón se entrega
leal y fraternalmente,
no a las cosas duraderas.
Nos cansa lo que perdura
-la roca, el rubí, la estrella-,
nos hechiza lo que cambia:
el viento que hincha las velas,
lo que anda a la par del tiempo
como el rocío en la hierba,
el requiebro de los pájaros,
mortales nubes que juegan,
copos de nieve, arcos-iris,
mariposas que se alejan,
un rumor de risas, algo
que apenas nos roce, encienda
en el alma unos destellos
de alegría o de tristeza.
Amamos lo que entendemos,
lo que se nos asemeja
porque es transitorio: aquello
que el viento escribe en la arena.
Hermann Hesse
(Septiembre de 1947)
Hermann Hesse
(Calw, 1877 - Montagnola, 1962) Novelista alemán que en ocasiones utilizó el seudónimo de Emil Sinclair; obtuvo el premio Nobel en 1946.
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