

Wu Jingzi
En el siglo XVIII Wu Jingzi escribió una novela que, salvando las distancias, puede compararse por su intención a la Comedia Humana deBalzac. Una novela que, siendo claramente local, se vuelve universal por la profundidad con la que aborda la psicología del ser humano, su moral, dejando constancia de la grandeza o vileza del mismo según los casos.
“Historia del Bosque de los Letrados”, como también se conoce a “Los mandarines”, viene a ser un retablo de las costumbres de la China de la dinastía Qing, pero especialmente de las vidas de los intelectuales que, más o menos dedicados al estudio, empleaban su vida en prepararse para los distintos exámenes que otorgaban el acceso a los puestos oficiales.“Los mandarines” es una obra extensa en la que aparecen representadas con acierto todas las ambiciones y algunas de las virtudes humanas a través de un sinnúmero de personajes que convierten la obra en una inmensa novela coral cuyos protagonistas aparecen y reaparecen a lo largo de las páginas construyendo un tapiz densísimo pero muy bien urdido
Cada personaje es una historia de abnegación filial, de ambición, de traición, de virtud, de entrega al estudio, de caída en el vicio, cuyo relato se desenvuelve sin embargo con credibilidad puesto que existe en cada uno de ellos una evolución psicológica plausible. Así un hombre irreprochable, tentado por el oro, acepta sustituir al hijo de un rico comerciante en un examen; o un hombre de excelente familia pero algo indolente, decide abandonar todo intento de alcanzar honores y fortuna para dedicarse a vivir la vida junto a su esposa bebiendo vivo y componiendo poesía; o un docto anciano, convencido de que todo es vanidad, renuncia a un puesto en la corte imperial para proseguir con sus estudios en el retiro. Siempre existe en el personaje un rasgo, un motivo, una cualidad que convierte en lógica cada acción que emprende y así la obra se convierte en un perfecto compendio de las razones que mueven al hombre, desvelando su autor con ironía no exenta de tristeza, que virtud existe poca y que, por lo general, todos estamos dispuestos a vendernos o a comprar aquello que deseamos para obtenerlo sin esfuerzo.
Capítulo 1.
Del hombre la vida corre
Por caminos muy dispares,
Y en esto a todos iguala,
Ministros o generales,
Gente del pueblo nacida,
Genios sacros e inmortales
Renacen cien dinastías
Las propias que luego caen,
Y el día en noche se trueca,
Y no hay mortal que lo cambie.
Tumban los vientos del río
Con su bramido irrefrenable
Recios árboles legados
De otros reinos ya distantes.
Famas, honras y riquezas
Sin dejar rastro se evaden
Y el que a ellas se consagra,
Malgasta su vida en balde.
Corra, pues, el vino turbio,
Y hasta el olvido te embriague,
Que nadie sabe el destino
De la mustia flor errante
Abatida sobre el río,
prisionera de su cauce.
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